Tuesday, May 26, 2015

Recorriendo Tibet

Para ver mi selección de fotos de Tibet pincha aquí: Fotos de Tibet

03.06 –  06.06

Tras 3 días en Lhasa y alrededores, aclimatándonos, empezamos la ruta de regreso a Nepal en coche, con un tour organizado (única manera de viajar por Tibet) que culminaría en... el Everest!!!

¡¡¡En la base del Everest!!! Lo más cerca que puede un turista estar de esta montaña.


Día 4:  Lhasa --> Yamdrok --> Gyantse --> Shigatse

Día de muuuuuuucho coche, sobre todo porque el límite de velocidad es de unos... 40km/h!!! para evitar suponemos posibles fugas de tibetanos del país, que el gobierno chino controla con "check points" que están colocados cada 50 km de forma que comprueban en los papeles que llevas en el coche la hora a la que pasaste por el último control y así saben que no sobre pasas el límite de velocidad.

Tráfico en el pueblo...  así seguro que no superas los 40km/h impuestos, jajajaja!

Tuvimos que pasar por varios "pass" que son puntos muy altos de la trayectoria, donde suele haber cumbres nevadas y banderas de la oración (praying flags), de forma que en algunos momentos el mal de altura se hace realmente insoportable. Eso sí, es maravilloso poder ver el país de esta manera, sus pueblos, sus casas, sus colegios, sus aldeas, sus vistas, su forma de vida. Una pasada.

Pastor visto desde la carretera, allá donde sí que crece algún pasto donde alimentar al ganado.

Típica casa de cualquier pueblo tibetano

Pasamos por el lago Yamdrok, un lago azul turquesa precioso salado a una altura de 4440 m que contrasta con los naranjas y ocres del paisaje desértico que le rodea. Se trata de uno de los 4 lagos más sagrados para los tibetanos, por lo que muchos aprovechan para peregrinar hasta aquí en algún momento de su vida. Como es de esperar, en su orilla se encuentran lugareños que buscan sacar beneficio del turismo tanto extranjero como local vendiendo piedras, collares o dejando que te hagas una foto con su yak.

El sagrado lago Yamdrok, a 4440 m de altura

Sobre el yak, típica foto turística

Llegamos a Gyantse, una pequeña ciudad que me gustó mucho porque era bastante rural y cuyo principal atractivo turístico es el monasterio de Pelkor con su kubum (conjunto de numerosas capillas en un mismo edificio). El problema es que, al ser tan turístico, te piden dinero por todo. Cada vez que sacas la cámara para hacer una foto te cobran y es algo que cansa bastante, así como tener a un guía que te explica cada detalle histórico de cada construcción... a mí no me gusta viajar así y por eso me acabo aburriendo porque en un lugar así es difícil interaccionar con los locales, que es lo que más me gusta. Pocos occidentales vimos fuera de Lhasa, la verdad, y es que los turistas que visitan Tibet son, sobre todo, chinos y los mismos tibetanos que peregrinan a estos monasterios y que pueden llegar a ser muy simpáticos y auténticos.

Dentro del monasterio de Pelkor, Gyantse, con su famoso Kubum blanco al fondo: al entrar en él vas siguiendo un pasillo circular en el que se suceden numerosas capillas, proceso que se repite en cada planta del curioso edificio.

Hicimos noche en un hotel de Shigatse, algo que en principio no estaba en el plan de viaje pero que cambiamos según votación de los que íbamos en el tour para así aprovechar el día siguiente y levantarnos ya ahí y ganar un día para llegar antes a Nepal.

Día 5: Shigatse --> Shegar

Nuestro guía, Timle, nos dejó en el monasterio de Tashilumpo mientras él iba a hacer el papeleo para poder conseguir los permisos para entrar en el campo base del Everest.

Callejuelas entre las típicas casas tibetanas (blancas con ventanas enmarcadas en negro) dentro del monasterio de Tashilumpo, y es que los monasterios son como pequeñas ciudades.
ALELUYA! por fin sola en el monasterio, sin guía ni otros turistas. Aproveché para perderme por sus calles, y es que en Tibet los monasterios son como ciudades con casas, callejuelas, estupas, templos...

Disfruté como una enana, hice montones de fotos de los peregrinos que giraban (siempre en el sentido de las agujas del reloj) alrededor de las estupas y de las casas típicas tibetanas: blancas con ventanas enmarcadas en negro.

Peregrinas dando vueltas alrededor de estas estupas mientras entonan sus oraciones, van pasando las cuentas del collar y haciendo girar las ruedas de la oración que se ven a la izquierda de la foto.

Había un Budha enorme que impresionaba, pero lo que más me gustó fue entrar en un pequeño templo donde me encontré con unos monjes cantando mantras, momento que aproveché para sentarme y meditar y sentir en mí esa energía ancestral que se está perdiendo en Tibet, el budhismo en su estado más puro, una sensación de paz y tranquilidad inmensas.

Peregrinos dando vueltas en sentido horario siempre a las estupas del monasterio. Excepto en Lhasa (donde se puede ver más variedad), en el resto de Tibet los lugareños visten siempre con estas ropas típicas de su cultura.

Me sentí muy feliz por sentirme LIBRE, sin las ataduras del tour, pudiendo comunicarme con los lugareños mediante sonrisas, fotos, bailes... sin que éstos pidieran dinero por todo. Me habría pasado el día allí, la verdad, pero... esto es lo que tiene ir en un tour, que no decides tú sino que te llevan y... tuvimos que partir.

Menuda suerte tuve! cuando vimos que habíamos superado el límite de velocidad y que íbamos a llegar demasiado pronto al siguiente "check point",  nos vimos obligados a parar media hora en un restaurante de carretera. Entonces aproveché para perderme por la aldea que había, donde no habían visto jamás un turista occidental, y donde pude comunicarme (por gestos y hablando cada uno su idioma) con unas mujeres con las que hablamos de las arrugas, del daño que hace el sol a esa altitud, de los hijos. Una pasada. Una dulce y divertida señora incluso llegó a ofrecerme a su hija, para que me la llevara conmigo, pero la niña lloraba sin parar sin comprender que era una broma de la madre. Descubrí aquí que los tibetanos son dulces, amables, tranquilos, sonrientes y que hablan muy sosegadamente.

Mujer que conocí en la aldea y con la que hablé un buen rato, cada una en nuestro idioma, con su asustada hija que por un momento creyó que la llevaba conmigo a mi país.

La familia que lleva el bar de carretera donde paramos por casualidad.

Una aldea típica no arruinada aún por el turismo... en la que vi de cerca un poco de la dura vida de la gente rural. Un niño ayudando a su madre a secar los granos al sol y una señora recogiendo heces de vaca secadas al sol para usarlas como combustible para calentar las casas supongo porque todos tienen su horno solar, y es que las energías renovables son muy importantes en Tibet, porque hasta en una aldea como esta había farolas con paneles solares.

Madre e hijo lanzan los granos a una tela donde los dejarán al sol para que se sequen.

Recogiendo las heces de vaca que, tras secar al sol, usan como combustible para calentar sus casas.


Una vez pasado el tiempo de espera, comimos algo en el restaurante local y seguimos ruta, pasando por un pass de más de 5200 m donde aproveché para bailar entre las banderas de la oración, momento en el que un tibetano que ahí estaba intentando vender piedras y collares a los turistas salió corriendo a bailar conmigo y aprovechó para cogerme en brazos y soltarme un beso en la mejilla de manera traviesa, menudo descojone, la verdad.


Travieso lugareño que aprovechó para soltar un beso (en la mejilla) a la guiri que se bajó a bailar y fotografiarse junto a las banderas de la oración de este pass a más de 5200 m.


Por fin llegamos a Shegar al atardecer, un pueblecito donde aproveché los últimos momentos del sol para hacer fotos a las mujeres que trabajaban en la construcción y que, al terminar su jornada laboral, se iban a casa en el carro que se acoplaba a un motor de tractor y saludaban con una sonrisa enorme al pasar.

Mujeres colocando al bebé a la espalda para marchar a casa tra la dura jornada laboral trabajando en la construcción. El bebé va bien tapadito envuelto en calientes mantas porque hace un frío de flipar y así poder aguantar TODO el día mientras su madre curra.

De paseo por la carretera hasta la siguiente aldea me crucé con varios tractores-taxis y todos sus ocupantes sonreían y saludaban. Recorrí la aldea y me senté a meditar y una chica se me acercó y por señas me preguntó si tenía dónde dormir y cómo me llamaba. Son muy tranquilos, porque sonríen y se van, sin más. Allí vi un precioso y frío atardecer en el que los picos nevados de las montañas iban cambiando de color, acompañada del sonido de las ovejas y el tin-tin de los cencerros de los yaks y vacas.

El medio de transporte más habitual de aquí: el tractor.
Las carreteras tibetanas están llenas de carros además de tractores. Ellos seguro que no sobrepasan el límite de velocidad de 40 km/h impuesto por el gobierno chino para evitar fugas del país.

Un gran día, la verdad, en el que pude sentir un poco de la esencia del Tibet real, no del turístico sino del de verdad.

Día 6: Shegar --> Everest

Y, por fin, llegó el gran día. Despertamos pronto, expectantes, porque en esta época del año el tiempo es imprevisible y además según te acercas al Everest el tiempo puede cambiar sin previo aviso y dejarte sin la tan ansiada vista.

La imagen más famosa del pico del Everest, una suerte increíble que no lo taparan las nubes.

Y... tuvimos la suerte de nuestras vidas: sol, despejado y ni una nube! Así que íbamos con los dedos cruzados todo el camino, parando a hacer fotos cada 2x3 del Everest según nos íbamos acercando al campamento base (EBC) por si acaso el tiempo decidía de pronto tapar con nubes ese conocido pico.

Camino de tierra hacia el EBC, dejamos la "autopista" para cruzar el precioso y desértico paisaje tibetano: nada crece aquí, los ocres dominan la tierra, el azul intenso el cielo, separados ambos por grandiosas montañas de las que vienen los ríos grises-turquesas característicos del agua de glaciar. 

Nos alejamos de la carretera principal ("The Friendship Highway") para conducir durante horas por unos caminos de arena y piedrecitas que cortaban el característico paisaje: llanuras interminables, ríos helados por los que corre el agua de glaciar, alguna aldea de 10 casas, algún pastor con su yak, alguna familia en busca de quién sabe qué... y, por fin, llegamos al check point del campamento base, donde nos pidieron los pasaportes con el permiso correspondiente y apuntaron nuestros nombres. Ahí se encuentra el monasterio de Rongbuk, el más alto del mundo a 4980 m de altura, donde conviven monjes y monjas aunque sean menos de 60 hoy en día comparado con los más de 500 que solía haber ahí.
El check point donde te revisan los papeles para dejarte entrar al EBC

Monasterio de Rongbuk, el más alto del mundo a sus 4980 m, con espectaculares vistas al Everest. Un lugar donde la vida ha de ser muy, muy, muy difícil, porque aquí no crece nada y hace muuuuuuuuuuucho frío.

Flipamos al llegar al EBC: tiendas de piel de yak negras colocadas en semicírculo en las que pasaríamos la noche justo frente a la montaña más alta del mundo (8848 m), el grandioso y peligroso Everest, donde cada año varios montañeros y sherpas pierden desgraciadamente la vida. Según nos contó nuestro guía, este año una avalancha se había llevado a 16 personas. Y es que el tiempo es totalmente impredecible ahí arriba. Y eso sin contar con los terremotos que han desolado tanto Nepal como Tibet en el 2015. Vaya tristeza.


EBC: Everest Base Camp. Un círculo de tiendas de piel de yak donde pernoctar. Mucho frío y muuuuucho mal de altura, pero unas vistas de flipar.

Un autobús nos acercó al punto más alto al que dejan subir a los turistas, a 5200 m de altitud, donde las banderas de la oración decoran el famoso pico, lugar que aproveché para tomar mis fotos saltando y mis videos bailando... ejercicio que me costó muy caro, ya que la falta de oxígeno de ahí arriba me dejó completamente destrozada. No pude moverme durante horas, que las pasé tumbada dentro de la tienda tibetana, con un dolor de cabeza infernal y unas ganas de vomitar horribles que hacían un auténtico infierno del lugar que tanto tiempo llevaba queriendo visitar y que estaba a unos metros de mí pero no podía salir a disfrutar. Puf! qué mal lo pasé, la verdad, a punto estuve de pedir a los guías que me bajaran a un punto de menor altitud a pasar la noche porque nos contaron que por la noche por el frío helador era aún peor. Menos mal que el resto de compañeros de viaje se negó a bajar y tuvimos así que pasar ahí la noche.

Dejándome las últimas energías en saltar... me costó caro después porque pasé horas sin poder moverme de la tienda por el esfuerzo.

El Everest con sus decoraciones :-) Las banderas de la oración que se baten al viento.

El atardecer fue realmente espectacular: los últimos rayos de sol anaranjando la cara que nos mostraba el Everest y coloreando las nubes que por ahí flotaban de rosas, naranjas, morados... WOW, vaya momento, y menos mal que pude disfrutarlo metida dentro de un cubo de cristal que deben haber colocado ahí para poder resguardarte del helador viento que sopla y se te mete en los oídos y te hace temblar si no llevas la ropa adecuada.


Nuestro anfitrión cerca de la estufa que rellena con heces secas y NO, no huele a nada y calienta, que es lo importante.

Cenamos en la tienda, lo que nuestros anfitriones tibetanos nos habían preparado de cenar en su modesta cocina. La verdad es que dentro de la tienda no hacía tanto frío (aunque teníamos que dormir con toda la ropa puesta y muchas mantas por encima) porque durante toda la noche se mantenía una estufa encendida que nos daba calor. Caímos rendidos pero a media noche nos despertaron con linternas la policía que al parecer viene a chequear que nadie se haya escapado esas horas y que todos los que estábamos en el coche siguiéramos en la tienda.

Con toda la ropa puesta y todas las mantas posibles, nos tapamos para pasar noche en la tienda donde hacía frío pero era soportable, porque echaban heces secas a la estufa de cuando en cuando.

Aproveché que me despertaron para hacer uso de toda mi fuerza de voluntad y salir a hacer las fotos más bonitas de mi vida: La Vía Láctea sobre el Everest!!! cada foto fue un esfuerzo horrible, porque ahí estaba yo, delante de todas las tiendas, soportando el viento helador, aguantando más de 1 minuto por cada foto, jugando a prueba y error... debí pasar como 1h fuera de la tienda en mitad de la noche, fue furo pero precioso, un momento que recordaré siempre. Yo sola con la montaña más alta del mundo y nuestra galaxia decorándola. Uno de esos momentos que te hacen sentir viva.

El pico más alto de la Tierra (el Everest) intentando acariciar las lejanas estrellas... Curioso que el pico más alto parezca insignificante junto a las estrellas de la Vía Láctea, nuestra galaxia. Y es que en realidad no somos más que una insignificante mota de polvo en mitad de un gigantesco Universo formado por miles de millones de galaxias parecidas a la nuestra, cada una de ellas formada por miles de millones de estrellas similares a nuestro Sol, algunas de ellas con planetas como nuestro Sistema Solar... Y eso sólo en nuestro Universo, que seguramente haya más.... Y nos creemos algo! jajajaja! Qué pequeñitos somos :-) 

Menuda suerte tuvimos, la verdad, porque tan sólo 1 semana antes estaba nevando a saco y los que hasta allá fueron no pudieron ver el Everest de las nubes que había, así que me siento súper afortunada.

Y con una sonrisa en la boca a pesar de estar muerta de frío y con mal estar por el mal de alturas, dormí las pocas horas que quedaban hasta el amanecer.

Día 7: Everest --> Nepal

El viaje a la frontera es largo y queríamos pasar a Nepal este mismo día así que salimos a las 7 am y llegamos a las 14 allá, pasando por altos pasos (de más de 5000m de altura) con espectaculares vistas para, poco a poco, ir bajando y descubriendo, de pronto, el VERDE que no hay en Tibet.

La famosa "Road To Hell", cuyas curvas están construídas bordeando precipicios de cientos de metros de altura... Nieblas, verdes, camiones, estrecheces... No es una carretera para los que tengan miedo.

Aún recuerdo la carretera que llaman al infierno "road to hell", porque baja y baja en cerradas curvas que bordean un barranco altísimo, lleno de land-slides o corrimientos de tierra que cortan de cuando en cuando la básica y peligrosa carretera. Y, de pronto, apareció de nuevo el VERDE de la vegetación que no existe en Tibet y que cada vez más cubría las gargantas que bajábamos. WOW! qué pasada después de tanto desierto volver a ver árboles, selvas, ríos enfurecidos, cascadas... una maravillla.

Niebla sobre la "Road To Hell", árboles por fin! verde! nubes! qué cambio después de estar en la plataforma tibetana.
Cuando llegamos a la frontera me despedí de nuestro guía, Tinle, que me deseó suerte. Suerte a él, que se queda en un lugar del que no puede salir y cuya cultura está en peligro de extinción. Una pena, una auténtica pena. Ojalá le vaya bien a él.

Timle, nuestro amable y sonriente guía. Un tibetano que, como todos, tiene miedo a hablar de ciertas cosas y mira alrededor antes de darte una reespuesta al respecto. Un sol de tipo que no puede dejar su país, del que es prisionero, cuya cultura trata de preservar contándole a los turistas todo lo que él sabe de ella.
Debo decir que me alegré infinito de llegar a Nepal, separarme del tour y volver a ser libre y feliz en este acogedor país.

Lo siento, pero me es imposible hablar de Tibet sin mostrar mi dolor ante su situación política. Uno de mis mayores deseos de visitar y conocer este país ocupado por los chinos desde 1950 viene precisamente dado por el miedo a que su cultura sea exterminada en breve. Y ese es un miedo que se confirmó durante mi viaje: Tibet está muriendo. Los chinos durante la ocupación destruyeron de miles de monasterios, esculturas, grabados, libros... además de dar grandes privilegios a los chinos que se mudaran a esta región para que, poco a poco, sean más que los tibetanos allí viviendo y cada vez haya más luminosos chinos y menos ancestrales templos. Educación, idioma, opresión de la cultura y del pensamiento, esas son las armas del gobierno chino que ha obligado a miles de tibetanos a arriesgar sus vidas para huir al extranjero donde intentan mantener su extremadamente rica cultura viva (escribo sobre ello aquí: Mac Leod Ganj, donde vive el Dalai Lama en el Norte de la India; y Bylakuppe, en el sur)


Meditando en la plataforma tibetana. Práctica central en la cultura budhista.


Curiosidades:

1) Los servicios públicos

Tanto en Tibet como en China, los baños públicos son de quedarte en shock. Y ya no es porque tengan un agujero en el suelo donde acuclillarte, porque eso me parece incluso más higiénico que la famosa taza occidental donde has de sentarte y quién sabe quién más se habrá sentado ahí o si la ha llenado de pis o algo peor. No, lo peor es que ellos no tienen ningún tipo de pudor ya que están acostumbrados a hacer sus necesidades juntos, por lo que como mucho encuentras un murín de separación entre un agujero y otro, pero SIN PUERTA, es decir, que cualquiera que entre te ve de frente ahí haciendo lo que tengas que hacer... Y, además, según nos íbamos adentrando en la zona más rural, los baños se iban cada vez volviendo más apestosos, ya que carecían de cisterna y, por tanto, la mierda se va acumulando bajo el agujero en inmensas montañas que da arcadas mirar, arcadas que a veces son inevitables por el asqueroso olor y la única forma de no vomitar es no respirar por la nariz.



Baño público "de lujo", con cisterna de la que sale agua y papeleras para tirar el papel que uses.


El peor baño sin duda de todos, el del monasterio de Ganden: no creo que jamás haya sido limpiado y el olor es nauseabundo. 



2) Energías renovables

Flipé con el uso que hay de las energías renovables en todo el "país".

Había hornos solares por todas partes. Son como paraguas forrados de un metal reflectante de manera que en su centro se alcanzan grandes temperaturas que llegan a encender un cigarro en menos de 1 minuto. Hornos que vimos en cada casa tibetana, por muy rural que fueran, un avance increíble ya que así no tienen que buscar leña (que no hay a esa altitud) ni usar heces secas de vaca para cocinar.


Rústicas cocinas solares: la superficie reflectante móvil concentra los rayos de sol en el aro, calentando lo que ahí se coloque.
Aparato que se ve en cada casa de cada aldea para cocinar sin necesidad de comobustible alguno.

Y también farolas con paneles solares en casi cada aldea, por muy rural que ésta fuera.

Cada farola con su panel solar, para así utilizar la energía del sol (que pega fuerte aquí arriba) para producir electricidad.


3) Turistas y regalos

Una de mis compañeras de viaje llevaba un cargamento de juguetes y caramelos para dar a los niños que nos íbamos encontrando... algo que parece un regalo inocuo, darles caramelos a los pobres niños, pero que en realidad hace mucho daño porque estos niños no están acostumbrados a los caramelos y les haces querer algo que no tienen, además, es malo para sus dientes y, lo que es peor, se acaban peleando entre ellos para quitárselos unos a otros. Yo es algo que aprendí hace tiempo en Laos, que no se debe dar nada a la gente que se visita y que si se quiere ayudar se debe ir al jefe del pueblo a ver qué necesidad pueden tener para que así la próxima vez que esta gente vea a un turista no le alarguen la mano y le pidan dinero a cambio de cualquier cosa. Nos quejamos de que pidan dinero por cada foto que se les haga, pero esto empezó así, con los primeros turistas que por "pena" y por sentirse mejor les dieron algo a cambio de tomarles una foto o de charlar un rato. Cuánto daño hace el turismo, de verdad, sin ser conscientes de ello y con buenas intenciones hacemos mucho más mal que bien.


La niña con su nuevo regalo, el peluche que le dio mi compi de viaje y que, aunque no lo parezca, hace más daño que bien. Nosotros con nuestra mentalidad occidental: mírales, pobrecillos, les voy a dar un regalo, un peluche que le sirve de taaaaanto aquí arriba... sin darnos cuenta de que en realidad estamos satisfaciendo nuestra necesidad de sentirnos bien ante la pobreza en lugar de arreglar ningún problema que ellos puedan tener, es más, les estamos creando necesidades que antes no tenían además de una visión del occidental como dólar andante al que se le puede alargar la mano para pedir si se les ve de nuevo.
Me despido con el mensaje más importante que traía a este viaje y que grito ahora con más potencia aún:

FREE TIBET


"Love and Peace to all living beings" dice el budhismo tibetano. Love everything, porque tenemos esta vida que podemos aprovechar para llenar de amor hacia los demás y hacia el misterioso Universo que habitamos.




Monday, May 11, 2015

Lhasa (Tibet)

Para ver mi selección de fotos de Tibet pincha aquí: Fotos de Tibet

LHASA

31.05 - 03.06 
Palacio de Potala, donde vivía el Dalai Lama hasta que, el 14º huyó a India en 1959 y el palacio se convirtió en un museo.


Siempre quise venir a Tibet y, por fin, aquí estaba, en su famosa capital Lhasa. Pero la emoción y las ganas de salir a recorrer la ciudad luchaban cada segundo con los horribles síntomas del infernal mal de altura. A unos 3490 m de altitud, es una de las ciudades más altas del mundo y eso... se nota. Pasamos ahí 3 días, el primero me costaba hasta moverme de la cama del hotel, el dolor de cabeza cuando me incorporaba era salvaje y tenía unas constantes ganas de vomitar pero, lo más extraño de todo, era el dolor de cuerpo que tuve todo el rato, como si hubiera hecho muchísimo ejercicio o fuera a tener gripe, me dolían todas las articulaciones, huesos, músculos… un placer vaya, que no tiene remedio más que bebiendo agua y agua y más agua, ya que aquí no hay planta de coca como en el altiplano peruano-boliviano.

Centro de Lhasa: la famosa Plaza de Barkhor con el iportante templo de Jokhong al fondo.

Quien haya, como yo, visto “7 años en el Tibet” seguro que tiene una visión romántica del famoso palacio de Potala, visión que queda hecha pedazos cuando se visita éste ya que:
-       No está en un entorno rural, sino que hay edificios con luminosos chinos alrededor.
-       No está vivo, es un museo del que se puede visitar sólo una parte, el resto no sabe nadie para qué se usa… secreto…

Palacio de Potala in situ... pierde ese aire romántico al estar rodeado de coches y luminosos chinos. Ah! Y los 3 rumanos con los que compartí el tour.

Una pena, porque según vas recorriendo el increíblemente precioso palacio y vas entrando en sus salas te vas a haciendo una idea de dónde crecieron tantos lamas y cuál pudo ser su vida en esta preciosa ciudadela de casas blancas con ventanas enmarcadas en negro. Un pasado fácil de imaginar pero que, tristemente, hoy en día no es más que una memoria de algo no tan lejano.

Uno de los edificios que componen el palacio-ciudad de Potala. Típico de la construcción tibetana: blanco con ventanas negras decoradas con enormes "cortinas" de tela de yak

Dentro del palacio-ciudad de Potala
Visitamos otro de los lugares más emblemáticos de Lhasa: el templo de Jokhang. El interior del templo, con sus tejados dorados y sus terrazas y telas negras y blancas, es bonito, aunque ese día tuve mala suerte: se me estropeó la cámara de fotos y tuve que dejarla en una tienda china donde me la arregló el técnico (menos mal! porque creí morir del susto, en Tibet y sin poder hacer fotos! me da algo) y, además, me encontraba fatal por el mal de altura y tuve que ir al baño corriendo en un par de ocasiones, así que poco puedo mostrar de este lugar.


Terraza dentro del templo de Jokhang 
Pero lo que más me llamó la atención de este templo, el más sagrado e importante de Tibet, fueron las decenas de tibetanos que se reunen ante la puerta del templo para rezar y postrarse sin pausa. Es muy fuerte ver cómo la plaza se llena de tibetanos que se pasan horas frente al templo rezando y postrándose: haciendo una especie de genuflexiones que consisten en llevar las manos (en forma de cuenco, donde está el Budha), al aire, después a la frente, de ahí a la boca, al pecho y entonces se lanzan al suelo hasta quedar completamente tumbados boca abajo para volver a levantarse y hacer lo mismo una y otra vez. Un ejercicio que yo también probé, causando la risa de un monje que se picó conmigo y al que no pude vencer porque cansa muchísimo, la verdad.

Tibetanos postrándose durante horas ante el templo de Jokhang

Este es el corazón de la Lhasa antigua, el conjunto de callejuelas que rodean al templo y que se llama Barkhor. Tanto lugareños como peregrinos que vienen de todo el país, se dedican a dar vueltas en sentido horario al mismo, cada vuelta es de 1 km y es muy bonito ver cómo la gente entona mantras budhistas o simplemente charla con sus amigos, mientras camina con sus pulseras de la oración en la mano (parecidas a rosarios) alrededor de este templo en las ancestrales calles que llevan a la famosa plaza de Barkhor que hoy en día, debido a la presencia de la policía china por todas partes, ha perdido su gloria del pasado. Y es que es aquí donde la mayor parte de las protestas contra la ocupación china han tenido lugar, llegando incluso algunos monjes budhistas a inmolarse, prendiéndose fuego a sí mismos. Por eso la plaza está, hoy en día, acordonada y para acceder a ella hay que pasar un control policial, policía que te vigila y regaña... a mí me levantaron del suelo donde estaba sentada haciendo fotos, porque estaba prohibido sentarse en él... muy fuerte.


Peregrinas por fin en Lhasa realizando una postración por cada paso que da en las callejuelas de Barkhor.


Pero más fuerte todavía es ver lejos de Lhasa a los peregrinos que van camino de la capital así, lanzándose al suelo a cada paso, recorriendo kilómetros y kilómetros desde sus casas, pudiendo tardar años en llegar aquí, con un acompañante que se adelanta y les prepara la comida y el alojamiento en una simple tienda. Wow, vaya gente, qué fuerza.


Peregrina postrándose por la carretera: un paso, una postración. Así desde... su casa!!! quién sabe a cuántos kilómetros y días, semanas meses o años de Lhasa.

Vimos a unos cuantos peregrinos por la carretera camino del monasterio de Ganden, que está a unos 36 km de Lhasa. Monasterio muy especial ya que es como una pequeña ciudad que está en la cima de una montaña a unos 4300 m de altura desde donde se puede ver todo el paisaje del Tibet rural de alrededor: montañas y montañas que rodean el “valle” donde está Lhasa.

Monasterio de Ganden, a unos 4300 m de altura

Preciosos rojos y blancos de las construcciones del monasterio de Ganden 

Fue uno de los 3 monasterios-universidades de Tibet, y había unos 6000 monjes estudiando, pero ahora quedan menos de 200. Triste, muy triste, la verdad, ahora estos estudios se pueden llevar a cabo en una reconstrucción del monasterio en Karnataka, India. Y mientras, el monasterio de Ganden va perdiendo estudiantes y vida. Algunos turistas, algunos monjes, algunos estudiantes... pero en general se nota vacío.
La vida en las callejuelas del casi abandonado Ganden


Simpático monje entonando las escrituras
Una auténtica pena ver cómo un lugar espectacular como este vive casi abandonado y cómo los ancestrales conocimientos que los tibetanos llevan pasando de generación en generación durante miles de años va poco a poco cayendo en el olvido debido a la represión china. Una cultura increíble la tibetana que el gobierno chino se empeña en destruir. Menos mal que al menos los refugiados tibetanos que han logrado salir del país, arriesgando sus vidas, siguen practicando su cultura allá donde les acogen, haciendo de sus pueblos o ciudades de refugiados unos pequeños Tibet, como pude comprobar en mi viaje por Nepal y por India (escribo sobre ello aquí: Mac Leod Ganj, donde vive el Dalai Lama en el Norte de la India; y Bylakuppe, en el sur)

Una de las salas del monasterio, vacía y sin usar, como tantas otras.

En el camino al monasterio paramos en un pueblecito donde corrí a hacer fotos a un yak que estaba en la puerta de una casa y un señor me llamó con una sonrisa y me invitó a  pasar dentro, me enseñó sus vacas y nos hicimos unas fotos con él y su hija y entonces… me pidió dinero… no se lo di porque ellos me llamaron e invitaron, es horrible sentirse como un dólar andante. De verdad que todo lo que queda cerca de Lhasa es así.


Tibetano rural en el patio de su casa, que tras invitarme a entrar y sonreír mucho para que me hiciera una foto con él, resultó querer dinero. Una pena.

Pero peor es la ciudad de Lhasa, donde tuve varios encontronazos con la gente, algo que me resultó muy difícil de llevar viniendo de Nepal donde es todo lo contrario:

-       Paseando por las callejuelas del centro, me encontré con un grupo de jóvenes muy cool, tibetanos con el pelo negro o bien con un corte trendy o bien con una larga trenza recogida en la cabeza con una piedra roja o un hueso de yak, y vestidos como estrellas de rock. Pues me miraban, decían cosas y se reían, pero me daba más la impresión de que se reían de mí que conmigo, y cuando intentaba relacionarme con ellos sentía un rechazo por su parte y cuando les hice alguna foto me llegaron a pedir dinero por ella.


Chavales muy cool y bordes en Lhasa

-       Caminando alrededor del templo siguiendo a los tibetanos, un hombre me sonrió y establecimos una comunicación sin palabras y le pedí hacerle una foto y el tipo encantado. Bueno pues al cabo de un rato apareció una señora tibetana por ahí que me dio un bastonazo!!! Flipo, porque no tenía nada que ver con él, no era su esposa ni nada, no cruzó palabra con él, sólo sacó su bastón y me atizó en la pierna.

Mi sonriente y enantador amigo tibetano

-       Me paré en la plaza de Barkhor a ver las hortalizas que vendían (me resultaba muy interesante ya que aquí no hay más que desierto excepto en algunas zonas del valle por donde pasa el río y hay algunos viveros) y unos hombres que vendían piedras se me acercaron a ver si les compraba algo, pero no quería, así que entre risas, como siempre, me intenté comunicar con ellos que empezaron a cerrar un círculo a mi alrededor y a reírse y de nuevo me sentí mal, algo que jamás me pasaría en Nepal, es una especie de intuición o sensación que te hace ver que lo que hablan entre ellos no es algo sin malicia. En ningún momento fueron agresivos pero no me sentí cómoda y me fui.

Mercado de verduras en las calles de Barkhor

Vendedores de piedras en Barkhor



Así que, en general, mi impresión sobre Lhasa no fue nada buena. Bonita, sí, pero no tiene una energía positiva, para nada. Quizás sea la opresión china que les haya llevado a este estado de desconfianza y cabreo internos, ciertamente debe ser muy difícil vivir así: con una constante vigilancia china (hay tanques recorriendo la ciudad, hombres armados hasta los dientes en cada calle), con una cultura oprimida que hace que decaiga, con familiares emigrados o en prisión, sin poder hablar libremente, sin poder salir del país, observando cada día como lo chino les va conquistando. Muy duro, sí, aunque no sé hasta qué punto también están los jóvenes perdiendo esa cultura budhista e intentando ser más occidentales, comprando el sueño americano.

Lo cierto es que este malestar viene por la ocupación y por eso y por lo injusta de la misma y por las vidas perdidas en el conflicto y por la amabilidad tibetana que he conocido en los campos de refugiados fuera de Tibet y por toda la cultura y conocimientos que están en peligro, repito aquí y ahora (donde no me encarcelan o expulsan del país por decirlo) FREE TIBET.


Visitando la sala de meditación del monasterio


Me llevo un triste recuerdo de Lhasa, una ciudad que siempre soñé con romanticismo.

Curiosidades

1) Por todo hay que pagar en Tibet: entras a un monasterio y hay que pagar, si haces fotos en una de sus habitaciones, pagas. Y si haces fotos en otra, vuelves a pagar. Es muy triste que todo sea por dinero.


Cajas de cartón donde recoger los yuanes que te piden por hacer fotos en cada sala.

Monje que corre en busca de quien ha hecho una foto para reclamar el dinero correspondiente.
2) Según sales de Lhasa encuentras edificios enormes en construcción, y es que el gobierno chino ofrece ventajas a los chinos para convencerles de que se vayan a vivir ahí y así lograr que cada vez el porcentaje de población tibetana sea menor que el de población china.
Mega urbanizaciones de estilo comunista, nada que ver con las construcciones tibetanas. Eso sí, cada farola con sus paneles solares, muy ecológico todo.

Edificios en construcción en Lhasa... mantienen ese estilo característico tibetano... claro. ¿Qué será de Lhasa en unos años? Estará tristemente irreconocible.
3) Aquí no se puede usar ni google ni gmail ni facebook!!! el gobierno chino lo tiene todo capado.